domingo, 20 de enero de 2008

diario segunda entrega /año 1989/

Yo tenía un papá. Mi papá me llevaba a pasear en su moto (solo algunas cuadras) y en su auto (y nos íbamos lejos), me presentaba a sus amigos. A papá le gustaba que todos sepan que tenía una hija. Yo era su hija y a él le encantaba mostrar a su bebé de meses que /segun sus palabras/ "se emocionaba hasta las lágrimas" cuándo él le cantaba "El Corralero", que al año y medio ya hablaba como una nena grande, clarito, finito y sin parar, y a los 2 se sabía casi todos los cuentos clásicos infantiles y algunos poemas, a él le gustaba porque yo a los 3 años hacía reír a la directora del jardin con mis ocurrencias, a papá le enorgullecía que su hija a los 6 años leyera "de corrido", y a los 7 años aprendiera a tocar el piano, y diera "conciertos", y a los 8 ya tocaba en paralelo con dos nenes más y sin el cartoncito indicativo de las notas!
Me acuerdo que cuando tenía 5 años él y yo solos en la terraza de nuestra casa del barrio de Florida conversamos, y él me dijo que era adoptada. Mamá estaba abajo, cocinando tal vez. Luego él me abrazó con fuerza y yo pude ver desde lo alto de sus brazos los techos de las casas vecinas y me dio terror. Me puse a llorar.
Al poco tiempo trajimos a casa a mi hermana. Los tres fuimos a buscar a esa bebé que 3 días atras había nacido en Córdoba.
Yo tenía un papá que era zapatero y me encantaba espiar cada rincon de la zapatería cuando mamá me llevaba a visitarlo. Yo tengo el alma impregnada de aroma a cemento de contacto. Él no usaba barbijo.
Yo tenía un papá testigo de jehová, que me leía "Mi Libro de Historias Bíblicas" y me dejaba a mano todas las revistas "La Atalaya" y "¡Despertad!".

/Mamá me leía Heidi/

Él me decía que no me asustara, pero que entre nosotros había seres invisibles, cómo ángeles, que nos tentaban constantemente. Y me explicaba porqué no se debían festejar los cumpleaños (aunque siempre festejó el mío), ni tampoco el día del niño.

/Mamá era mormona/

Una vez yo tenía unos 9 años.
Y tuve un sueño. Dónde había dos papás iguales, idénticos al mío, frente a mí.
Y yo tenía que elegir al verdadero. Luego de unos segundos corrí a los brazos de uno de ellos. Y él se llenó de alegría y con una sonrisa enorme me abrazó, me elevó en sus brazos. Y tuve una sensación de escalofrío. Dudé.
Una vez yo tenía unos 9 años y miré a mi papá que estaba en su cama viendo la tele. Y no lo reconocí.

No puedo explicarlo.

Hubo una vez en que mi papá por primera vez en nuestras vidas, me insultó. Yo tendría unos 9 años. Mi mamá me peinaba con trenzas bien tirantes. Yo escribía mi primer poema sin saberlo. Un poema que hablaba de un perro feo que daba miedo, que se asustaba de si mismo. Un perro que en el poema era mío.
Y por esos días mi papá por primera vez me pegó. Algo no salió bien en el colegio o algo se habría perdido o algo habría pasado, yo no recuerdo. Yo tendría unos 9 años.
En el living de la casa de Florida había un órgano doble teclado que papá había comprado para mí, su hija futura pianista, él quería que todo el mundo supiera que su hija tenía dedos largos. Un día organizamos una fiesta tipo "asalto" con las chicas y chicos de mi cuarto grado, en el living de casa, junto al piano. Y papá hizo que todos pidieran que yo toque, insistían, morí de verguenza y dije que no. No toqué.
Al tiempo dí la gran noticia, no quería ir más a las clases de órgano. Ni practicar temas cada vez más complejos hasta "sacarlos", ni aprender a usar los pedales, ni ser como menganita o sultanita que al llegar del colegio hacía la tarea y luego practicaba religiosamente frente al teclado hasta que llegaba el papá entonces la nena se bañaba y cenaban todos juntos.
Yo quería jugar, luego de hacer la tarea quería jugar. Tenía dos cuartos vacíos en la planta alta donde creaba mi mundo, leía a Mafalda y a Patoruzito, y era maestra jardinera, cantante solista de un coro, actriz, puta, o novia de una tal Sabrina. Y el órgano doble teclado también estaba bueno para jugar. Sacar canciones de oído, probar todos los botones, los acompañamientos, inventar mis propias partituras, inventar, fondos para cada escena, imaginar, jugar. Papá lo vendió.

/Año 2001. Tomo prestado un pequeño órgano de juguete de mi hermana y escribo el inicio de una melodía dedicada a papá: "Melodía para el romance de la niña negra" (basada en lo que me hizo sentir ese poema de Luis Cané que él me invitaba recitar ante todo el mundo cuando tenía 4 años)/

Yo tenía 9 y descubrí que me gustaban las canciones de José Luis Perales (como Un Velero Llamado Libertad) y de Air Supply (como Lost in Love).
Y me enamoré platónicamente de Laura Novoa y de Fabian Vena, al mismo tiempo.
Yo tenía 9 años y escribí un texto sobre Cristobal Colón que fue censurado por mi maestra de cuarto grado, y escribí otro texto sobre las drogas y citaron a mi mamá, y la dirección del colegio se quedó con mi hojita Rivadavia. ¿Sabén que al final nunca pude recordar qué decía? Dijeron que se lo quedaban para publicarlo. Ja ja ja! Jamás lo volví a ver.
-¿Y mi papá?

¿Y papá?
No teníamos más el órgano. Pero todavía tenía los dedos largos. Papá decía que yo iba a ser escritora, o abogada.

/Año 2000. Escribo un texto basado en una anécdota a cerca de una "madre muy niña" que conocí en una chacra de Castelli, Chaco. Se la léo a papá y a mamá. Papá llora desconsoladamente/

Hay un señor de 64 años dando vueltas por esta casa de Ballester. Hace 19 años estaba un poco más flaco, igual de canoso que ahora y fumaba. Ahora no puede. Aun pasa la mayor parte del tiempo en su zapatería casi con el mismo olor a pegamento.
Yo hace un par de días le gritaba desde la puerta de mi pieza. Esa puerta da justo a la cocina. Él estaba ahí. Yo le gritaba. Él también me gritaba. Yo le gritaba para que él supiera que yo aun estoy y que aun soy yo. Pero él ya no quiere saber de mí. Yo ya no estoy. Yo le grito pidiéndole que me escuche. Él me grita diciéndome que me caye. Que haga mi vida. Que ya no le traigo ninguna alegría. Vuelve a insultarme con esa misma palabra. Esa misma. E insiste qué no quiere oirme. Que me caye. Y yo grito más fuerte y más fuerte y más fuerte para ver si mi papá por fin me escucha. Y quiere saber de mí. Pero él me dice que me vaya y si no me voy él "se me viene como un loco de rabia". Entonces yo me voy y él le sube el volumen a su tele.
-Hola hola hola!!! transmitiendo desde estas hermosas arenas blancas, medio undida acá abajo...¿me ves pa? soy yo, Belén!
Te quiero contar que segun Cecilia C., sí, soy escritora! y no, jamás podría ser abogada. Cuando salgo hasta tarde a la noche, en general estoy tomando un café y pensando, tirando ideas descolgadas en un papel. Muchas otras estoy en un ciber, investigando sobre homeopatía, participando en foros, pasando en limpio un texto, buscando retazos de infancia en youtube. O leyendo en El Ateneo. O viendo alguna película argentina en el Tita. No, no estoy drogándome. Sí es cierto que hay quienes no pondrían sus manos en mi fuego. Vos.
Con suerte cuando no vuelvo a casa, estoy siendo mimada. O compartiendo muchos mates con alguna amiga. Tan como yo. Sí, soy torta. No paresco. No intento parecer nada. Soy lesbiana y ya tuve tres novias. Y yo sé que vos sabés. Desde hace tanto tiempo lucho por no vivir de apariencias y ser yo. Esa misma que ante tus ojos no existe. Porque la hija está en los ojos de su papá o no está.
Vos ya te diste por vencido y a mí, señor, solo me queda colgarme de esta cámara para recordarte que existo aun sin ser hija de nadie, ni pianista. Como vos tampoco sos aviador. Y para contarte que te escribí parte de una melodía hace como 7 años y jamás lo supiste.
Pero quisiera tenerte frente a mí con los ojos y los oídos bien abiertos. Parado frente a mí. Tengo tantas cosas de vos. Ni que me hubieras parido. Ni que nos hubiésemos parido.
Pueden cortar.
...déjelo nomás pastar...
tq.

Espero puedan escucharlo sin tantas pausas:
http://es.youtube.com/watch?v=eMiKGeQ66oM Gracias por estar conmigo.