sábado, 27 de octubre de 2007

diarios /primera entrega/


24-6-07 /Casa Brandon/ domingo a la noche

Maestra, ¿de qué tengo que escribir?
¿de las cosas que sé?
¿de las palabras que sé?
¿de lo que no sé?
No sé si viene.
Se me duerme la mano con la que estoy escribiendo.
Ante la inminencia. Tiemblo.
Que alguien me rescate.
Estoy sola.

1-7-07 /depto. de Franzi/ madrugada

Llega un movimiento mecanizado paralelo.
El primer pensamiento es estar con vos. Por que sí. Arrancarte las medias.
Te apagás.
-¿Tenés fuego, Franzi?

secreto 1 /1-8-07 /Pizza Roma/ 20:10

Volver a achucharme. El amor es caer sobre vos nuevamente. Deseo tanto irme. Para volver a estar en vos.

secreto 2 /20:15

Quiero aprenderte con todo el cuerpo. Quiero aprenderte. Te deseo. Te extraño. Te necesito. Solo te supera la soledad. No hay carencias de otra cosa.

secreto 3 /20:20

Estos secretos son para no hablarte.

secreto 4 /Locutorio-9 de Julio, casi Corrientes/ 22:00

Quiero perder toda comunicación con el mundo.

secreto 5 /Café Parisien/ 23:00

¿Y si no hay nada que elegir?

secreto 6 /23:30

Estoy tomando un te de menta peperina. Descubrí una forma de aspirar te. Desde la boca. Poner te apenas en mi boca y aspirar. Más azucar lo hace más fuerte.

secreto 7 /8-8-07 /Café El Juramento/ 21:35

Te espero llena de ansias.

10-8-07 /Bar Dominó Café/ 21:00

La soledad no tiene cara pero estamos frente a frente. ¿Qué hiciste a mis ojos? Ellos con una expresión fantasma hacia el vacío. Y yo los miro y es un espejo. Soledad esquiva. Estás a mi espalda. Protegiéndome. No me interrumpan.

27-10-07

Una chica de por aquí que se llama Pipona, segun la lengua de su madrina, se ha comprado esta computadora hace unos días y -ahora que ella salió a dar una vuelta con su familia, en esta tarde soleada de sábado- yo, cual Anita apoyo mis deditos aquí abajo para decirles algo:



Intento escapar.


7-11-07 /Bar de calle Bolivar/ 16:00

No quiero estar vacía. Estan naciendo niños, niños que desaparecieron hace más de 20 años. Hace 30 años. Otros llegan ahora. Justo ahora que yo no puedo cargarlos.
Estoy gestándome. Hoy. En el útero de una desaparecida. Yo estoy desapareciendo. Pariéndome de mi misma como si fuera mi madre. Margarita.


/Bar Librería El Ateneo/ Cabildo y Juramento/ 16:45
No me retengo. Convierto a mis poros en vaginas, en canales abriéndose constantemente para supurarme. Tengo miedo del encierro. Pero Belén sale. Sale hacia el encierro.
probablemente 16-11-07 /Bar El Prado. Estación Florida B./ 17:15
¿Por qué no le decís a Belén que se vaya? ¿por qué le decís a Belén que se vaya? No me dejes. Te llamo con toda la piel. Hoy ella se quizo escapar en medio de un viaje en colectivo. Escapaba por mi boca. Me desesperé. Ella salía sí o sí. Bajé. Me incliné sobre el pasto. Luego en una estación de servicio, después en un locutorio. Cuando pude enderezarme volví al colectivo pero en sentido inverso. Bajé en el barrio de Florida. Caminé por San Martin hacia la estación de tren. En la vereda un cartel indicaba más adelante "Camino hacia la Maternidad Santa Rosa. Mamisenda".
4 y 5-12-07 /Clase de Tango en San Telmo/ medianoche
-Me vuelvo a Brasil. Es una historia laaarga- señala una mesa- daría para toda la noche.
-No te vayas. No te dí un beso- juego con su cadena, la paso por su frente. Ella no entiende ni pretende entender. Me toma envolviéndome el cuerpo con sus brazos. Cerca de mi cintura su mano derecha, en mi mano derecha su mano izquierda. Me lleva. Estamos en el centro de la pista bailando al revés. Inventando un barrido propio y un doble tiempo. "No hay reglas" me dice. Las próximas dos horas fueron su mano y mi mano transpiradas. Su cara tan cerca como si no hubiese peligro. Su pecho sin querer chocando con el mío, la cadena el pecho un lunar oscuro, su brazo, su mano en el centro de mi espalda acomodándome el cuerpo y el peso, los ojos, esos nuevos tangos electrónicos tan raros, el cuerpo de Julia su boca, la cintura su brazo, una bailarina escapada de la década del 20, su mano su boca su lunar, su abrazo, su giro...no te vayas que todavía no me terminaste.
YO QUÉ BUSCO.
Marearme Julia.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Deseos de Marcha



Agarro la escoba, lleno un balde con agua y saco de la bolsa mi trapo recién comprado. Estoy en proceso de limpieza. Definitivamente sale el sol y la pintura termina de caer del todo. Con amor, nostalgia y el corazón alegre acaricio tu foto, la limpio con un trapito húmedo. Suavemente. Tan suave como debí de haberte acariciado y no lo hice. Porque no pude en aquel momento.

La tela repasa una carpeta de tapa transparente con un millón de palabras impresas que en este tiempo no podría haber leído. Ahora sí. La nenita de la foto está feliz y sucia. Esa conjunción que en secreto perdura. Que ojalá nada agote. Esa que ahora puede decir con palabras que a la hora de comer abre grande la boca y se traga una hamburguesa completa con papas y todo. Aunque ya no se manche la remera.

Leo una que otra carilla. Al azar. Las últimas dos hojas están bautizando una Belén que dejaba de ser Astrid para convertirse en Begonia. Luego Begonia Lorraine. Luego Begonia Loverraine.

Una fábula que terminaba en una boda y en una fiesta con un búfalo como invitado especial. Un casamiento entre una tigra de selva y una gata de campo. Y cuando llega el búfalo la tigra se relame. La gata sigue allí en éxtasis frente a su plato de leche. En paz. Si le pedís convida.

La nena está feliz ahora y ¿sabés una cosa? yo deseaba eso. Más que una fábula. Pero éramos felices en nuestro hogar de letras. De ESAS LETRAS, las que tantas veces reencontramos sin más.

Será por eso que cuando una de las dos espía por la ventana del hogar de las letras que la otra construye, dan tantas ganas de entrar. Sé que entendés que no hablo de certezas ni de hechos. Hablo del deseo de un hogar que te nombre, y de la tentación de entrar, de visitar siquiera el cuerpo y la voz de aquella letra. Aunque luego no podamos quedarnos ahí.

Guardo la carpeta de la tigra y la gata con otra que tiene textos míos viejos y otra con el cuento que alguna vez terminaré.

Entonces llega la noche y como ahora la nena de la foto está en otro mueble. Precisamente en la biblioteca, bajo los textos suyos, míos, de Alejandra, de Silvina, de Juana... Ya no me mira fijamente mientras me duermo, como cuando estaba en la mesa de luz. Pero igual la intuyo. Y duermo feliz porque es una niña hermosa y me dió mucho amor, tanto que aun me da empujones calle arriba cuando me distraigo por el camino.


/como ahora que tengo tantas ganas de caminar y llevar en mis manos una cala blanca con un nuevo hogar, con más palabras que me nombren y te nombren y las nombren a ellas. Y recuerdo que alguna vez vos iniciaste ese hogar para tantas mujeres artistas que caminan solas/


Mañana voy a caminar Prosa, ahora estoy a punto de quedarme dormida. En paz. Con la nena del patio de la casa de la abuela. Con migo misma.


Te quiero, te tengo en el corazón.


Begonia la de Bengala.





viernes, 7 de septiembre de 2007

ellas tres y el tiempo...


Sigo investigando, buscando y esperando al destino generoso para armar las tríadas que os prometí en BEGONIA LEJOS y aun debo. En eso ando. Es solo que las bellas mujeres grises son las que primero se agotan. Pero sigo buscando retazos para armar la tela. En los pequeños tiempos entre Pizza Florenza, dónde sirvo la cena en las mesas de afuera y pispéo los caminitos sinuosos de esta colina de Montmartre, y mis caminatas bajo el sol para mimar un poco a esta piel caprichosa.

Y sí. Yo también estoy agotada. Vuelvo al hogar a ahogar garganta y gargantillas.

Bezo.

Bego.

poema


Hace un tiempo, el 13 de julio, escribí estas palabras emocionada y recién salidita del horno luego de que el blog de Amy me recordara una prosa de Alejandra, tan parecida a mi momento en su nombre "El Infierno Musical: Piedra Fundamental" (pueden leerlo en http://www.cibernetic.com/ALE/a6.htm). Podría hacer muchas analogías. En fín. Sencilla y concretamente les comparto lo que aquella lectura me sacó en un abrir y cerrar de piernas:

Tragar noche. Yo y el poema una tentativa inútil.
Esta escritura que es ella y que soy yo pero no es conmigo conduce a lo esteril. A una muñeca.
He de hacer algo. Indecible. Con todas las voces. Y no he de hacer nada.
Voy a hacerme una patria con tu nombre. O con esta música. O con esta voz.
Para el corazón y los sonidos calientes. Para el corazón embarazado. Una patria. Y me nacés.

Bego.



/hace un tiempo fuí la poeta que aun me visita/

viernes, 31 de agosto de 2007

Milord


Milord se encarna en mí. Me hace bailar, cerrar los ojos y sonreir sin acso, sin recelo, sin identidad. Soy la mujer (?) bajo la boina. Soy bajo la boina. Ichít Piaf (como me gusta pronunciarla frunciendo la nariz), mi amante gris, grave, deliciosa. La que llena de saliva mi boca reseca. Como ellas. Las que espero ansiosa. Como si fueran a venir. La piel, el beso, el cuerpo, la mirada, la voz, de las que no están. No a mi alcance. Todas las mujeres en blanco y negro de las que desearía rozar siquiera la sombra. Como las calles de Buenos Aires de antes y las de Paris de siempre, como las tapas de mi libro Poesía Completa, como el departamento de Alejandra en la calle Montevideo en los años 60. Todo lo que desea mi cuerpo. Imposible. Todo lo que grita en mí. Lo que intento sanar sin receta (entiéndase sin receta alguna) para volver el cuerpo a la calma. El cuerpo a la cama. Quiero compartir esto con ustedes.

Pueden ver y escuchar Milord cantada por Edith en:
http://es.youtube.com/watch?v=2yKmovWbJQ8&mode=related&search

Y en una de sus giras a Nueva York (entre 1959 y principios de los años 60):
http://es.youtube.com/watch?v=BzCMfO1Uq68&mode=related&search

Allez venez! Milord

Vous asseoir à ma table
Il fait si froid dehors
Ici, c'est confortable
Laissez-vous faire, Milord
Et prenez bien vos aises
Vos peines sur mon cœur
Et vos pieds sur une chaise
Je vous connais, Milord
Vous ne m'avez jamais vue
Je ne suis qu'une fille du port
Une ombre de la rue...

Pourtant, je vous ai frôlé
Quand vous passiez hier
Vous n'étiez pas peu fier
Dame! le ciel vous comblait
Votre foulard de soie
Flottant sur vos épaules
Vous aviez le beau rôle
On aurait dit le roi
Vous marchiez en vainqueur
Au bras d'une demoiselle
Mon Dieu! qu'elle était belle
J'en ai froid dans le cœur...

Allez venez! Milord
Vous asseoir à ma table
Il fait si froid dehors
Ici, c'est confortable
Laissez-vous faire, Milord
Et prenez bien vos aises
Vos peines sur mon cœur
Et vos pieds sur une chaise
Je vous connais, Milord
Vous ne m'avez jamais vue
Je ne suis qu'une fille du port
Une ombre de la rue...

Dire qu'il suffit parfois
Qu'il y ait un navire
Pour que tout se déchire
Quand le navire s'en va
Il emmenait avec lui
La douce aux yeux si tendres
Qui n'a pas su comprendre
Qu'elle brisait votre vie
L'amour, ça fait pleurer
Comme quoi l'existence
Ça vous donne toutes les chances
Pour les reprendre après...

Allez venez! Milord
Vous avez l'air d'un môme
Laissez-vous faire, Milord
Venez dans mon royaume
Je soigne les remords
Je chante la romance
Je chante les milords
Qui n'ont pas eu de chance
Regardez-moi, Milord
Vous ne m'avez jamais vue...
Mais vous pleurez, Milord
Ça, j' l'aurais jamais cru.

+parlé:

Eh! bien voyons, Milord
Souriez-moi, Milord
Mieux que ça, un p'tit effort...
Voilà, c'est ça!
Allez riez! Milord
Allez chantez! Milord
Ta da da da...
Mais oui, dansez, Milord
Ta da da da...
Bravo! Milord...
Encore, Milord...
Ta da da da...

Edith Piaf (Môme Piaf)


martes, 28 de agosto de 2007

Retazos

Quería rescatar esas palabras que ya nadie usa, el vocabulario de la costura de una clase media en cierta época, la de mi infancia. Había entonces el esmero del detalle, de hacer un tailleur, pero que las mangas cayeran perfecto, justo así, y que las sisas y que la pinza, y qué sé yo. Yo oía todas estas palabras, las decían mi madre y mi tía, que cosían mucho. Y juré que no iba a coser nunca y no cosí, pero me fascinaban esas palabras...
Mi madre tenía un cajón de retazos. Iba a una tienda, La Exposición, que quedaba en Santa Fe y Libertad, y tenía su vendedor que le avisaba cuando había liquidaciones y le contaba lo que había, de algún género, de una sarga o de un gros. Ella le decía: ¿Me los aparta?. Y después iba a comprar esos géneros rebajados o retazos. No se sabía para qué los compraba
, pero los ponía en un cajón de retazos que a mí me fascinaba.
Sylvia.



Géneros rebajados y retazos acerca de Sylvia Molloy, Flora Alejandra Pizarnik y Silvina Ocampo.


Un viernes (mediando los años 60) a las 24 horas, Alejandra escribe a Sylvia desde Miramar:


Ma Chère S., hoy cometí mi primer acto heroico. Fui a la playa. Pero no estoy tranquila, no estaré tranquila hasta que no escriba como yo deseo sobre lo que deseo y de la manera que deseo. Estos deseos son más fuertes que mi sentido erótico y mi sentido del humor. De todos modos escribo poco y mal. A causa de ello dibujo un poco, pour me réchauffer un peu, para invitar al Gran Silencio a posarse en mi memoria. Decíme pronto si vendrás. Envié sendas cartas a las Hamadas Olga e Yvonne de modo que si venís llamálas por si desean también venir.
Exhaustivos abrazos, querida amiguita, y más aún.
Alejandra.


Silvina, a escondidas de Adolfito, su esposo que no reparaba en sus letras, ni en sus amigos y amigas que ella recibía en su cuarto. Sola. Escribía. Poemas, cuentos. Bajo la sombra.
Estos son fragmentos de una carta que alguien encontró en el segundo cajón de la cajonera de Silvina, un martes por la tarde. Ella escribía a una tal Alba:

¿Cuánto tiempo hace que no pienso en otra cosa que en ti, imbécil, que te intercalas entre las líneas del libro que leo, dentro de la música que oigo, en el interior de los objetos que miro? Ningún amante habrá pensado tanto en su amada como yo en ti. Recuerdo siempre tus manos levemente rojas, y la piel de tus brazos oscura en los pliegues del codo o en el cuello como arena húmeda. «¿Será suciedad?», pienso. Después de nuestra infancia, que transcurrió en un colegio que fue nuestra prisión donde nos veíamos diariamente y dormíamos en el mismo dormitorio, podría enumerar algunos furtivos encuentros: un día en el andén de una estación, otro día en una playa, otro día en un teatro.
Alba Cristián. Tu nombre semejante también a un círculo me pareció venenoso. Aquel día, al verte, una trémula nube envolvió mi nuca, mi cuerpo se cubrió de escalofríos. Felizmente hacía calor y salí al balcón. «Quiero mi soledad, la quiero con mil caras impersonales.» Te miré y a través del vidrio que reverberaba tembló tu cara de piraña como en el fondo del agua. Estás en mí como esas figuras que ocultan otras más importantes en los cuadros. Después de haberte saludado con una inusitada amabilidad te invité a tomar té. Aceptaste. Te dije que en mi casa había pintores. Sugeriste felizmente que sería mejor ir a tu casa. En el momento en que prepares el té y lo dejes sobre la mesa fingiré un desmayo. Irás a buscar un vaso de agua que yo te pediré, entonces echaré en la tetera el veneno que traigo en mi cartera. Entonces te internarás en un jardín semejante al del colegio que era nuestra prisión, un jardín engañoso, cuidado por dos estatuas, que tienen dos globos de luz en las manos, para alumbrar tu soledad.
Inextinguible.

Sylvia escribía en la revista Sur con Victoria, hermana mayor de Silvina. Segun Sylvia, Victoria era "aterradora". Parece que la primera vez que estas damas se cruzaron en el escritorio de otro de los integrantes de esa revista, Pepe, Victoria estaba enojadísima buscando al culpable de la desaparición de unos libros y entró sacada a dicho cuarto dónde Sylvia esperaba para conocerla. Pepe intentó presentar a la joven estudiante de letras Sylvia:

-"...la señorita".

-"Me importa un carajo la señorita". Y Victoria salió dando un portazo.

Mientras tanto, en algun cuarto del palacete. Silvina terminaba de vestirse, tomaba su cuaderno y partía sin que nadie la notara al otro lado del bosque, a encontrarse con Alejandra.

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Próxima entrega. Taller de costura. Estas tres mujeres se encontrarán, se unirán, quizá en el departamento que la familia Pizarnik tenía en Miramar en aquel verano de 1965. Quizá por estas calles de París, se encuentren.



viernes, 24 de agosto de 2007

Begonia lejos.

Uno

En el fondo yo odio la poesía. Es, para mí, una condena a la abstracción. Y además me recuerda esa condena. Y además me recuerda que no puedo «hincar el diente» en lo concreto. Si pudiera hacer orden en mis papeles algo se salvaría. Y en mis lecturas y en mis miserables escritos. Alejandra Pizarnik. 25 de julio de 1965.


Hace casi un mes que he partido. Hasta aquí. Hasta Paris. Bajo la basílica de Montmartre. Es un cuarto oscuro, con las parédes húmedas, algodonosas. Pienso en las paredes y levanto los hombros y los brazos se me pegan a los costados del cuerpo y tiemblo. Tiemblo como diciendo "no". El lugar en el que estoy tiene piso de baldosa verde, una biblioteca de madera roída por la humedad dónde acomodo mis libros y otros libros y los cuadernos. Frente a la cama, junto a la mesa, hay una ventana desde la cuál se ven las paredes blancas del Sacre Coeur de Montmartre. La acumulación de libros y papeles trae polvo y he de aquí que yo respiro perfecto (bueno casi) pero tengo a la defensiva los poros mismos de la piel. Por eso, para que no pique salgo mucho. Como a la mañana hace frío me abrigo. Tengo 7 bufandas distintas. Mi favorita es la azul tejida que me regaló papá en Buenos Aires. Cuando la uso el resfrío crónico es más llevadero. Igual trato de variar. Hoy salí temprano y me puse la bufanda gris escocesa.
Me parece básico, respetuoso y tierno contarles que: cuando ella se encontró sola, se encontró. Por eso yo vine a ver si me encuentro. El detonante fue la noche en que putié a mi sombra por taparme la luz mientras leía. Ahí dije: Basta. Y gasté todo lo que tenía para estar aquí.
Digamos que aprovecho las mañanas soleadas, las nubladas y las lluviosas para buscar entre las calles de Paris: El pasado, nomás por capricho.
Alguna muchacha fría e indiferente, porque Ceci que bailaba tango en Buenos Aires conmigo era así y me decía: Vos decidís si sos un flan o una persona. No caderiés.
Manchas, huellas, quizá sus pies, porque aun extraño no haberle escuchado jamás la voz.
Colores. Los de la tinta y la máquina de escribir.
Aromas y el desafío de comer crema en comidas saladas. Lentamente y que me guste. Y polenta. Y a veces nada.
A mí, como ya dije. Pero de qué estoy hecha cuando a nadie debo el perdon, la gracia, el respeto, la explicación, el gusto, la espectativa. Cuando no tengo que aclarar nada de mí en castellano. Acá no hablo. Estoy tan muda como Alejandra en mi oído.
SANGRÍA. Busco triángulos. Escalenos.
Mariage-Amour du mois de mai-La vie en rose. Por ejemplo.
Le petit monsieur triste-Le petit homme-Petita, mi perra. Otro ejemplo.
La calle F. Saint-Honoré-La General Paz-Valentin Vergara.
Ratatouille-Safijas-Oeufs Poché en tortilla.


Dos

La tríada.

Silvina-Flora Alejandra- Sylvia.

/Próximamente/


viernes, 27 de julio de 2007

el cuerpo marchito


que he de volver a escribir prosa
que he de volver a escribir sobre la prosa
que he de volver a escribirle el cuerpo a la prosa
que he de volver con mi cuerpo a la prosa
que he de comerle y devolverle el cuerpo a la prosa
que he de dejarme escribir el cuerpo con el cuerpo de la prosa
que por fin puedo tocar esta letra
que ya no distingo casi el límite de la voz y de la piel y de la letra y de la hoja
neque diría neque vomitada se distingue por el rulo que flota, se vomita mar, se vuelve orilla, ondula, y no encuentra su cara en el reflejo, es la cara de un cuerpo que flota muerto, que ahoga al mar, es el mar tragando cuerpos, ello es.
que he de volver a escribirte prosa siempre.

t q

viernes, 20 de julio de 2007

la siesta de la serpiente


Neque sentada en uno de los rincones de la escalera caracol de la Biblioteca Nacional, dice: Agarra la muñeca, pone en lugar de la cabeza un espejo y le invita un café, se escucha en las palabras, se roba besos por juramento/s/. Y descubre esto cursi -cursi vos che, chica cursi- que la verdad más frontal es mentira si se dice con tu voz.
El cuerpo tiene menos recovecos que tu horóscopo maya. Yo somatizo y no es poema. Ahora entendés mi letra. Me veo en este espejo. En cualquier espejo estoy sola, desnuda y con el sonido que salga. Quedamos en que la palabra puede ser inhóspita y la piel no. Me quedo dije. Y ambas bajamos la cabeza y nos miramos desde ahí a los ojos. Quedamos. Calladas. Sin ninguna verdad frente a la muñeca sin ojos arriba de tu mueble. Sin ninguna verdad en la cama chiquita. Sin ninguna verdad en el cuerpo. Sin este juego de antóminos de estar.
Quiero llevarte otra vez al amague y resolverte. Lento. Lento.
Sí, si, un espejo. Un espejo o dos.

Begonia.

P.D. Y diré 108 veces mi nombre, tu nombre, el de la mano que me frena porque pasa un tren, el de cualquiera que me desee feliz, y todo el resto ni para mí ni para nadie.

miércoles, 18 de julio de 2007

la siesta


Una siesta a lo largo de tres paredes húmedas y una puerta. Una siesta. Toda la noche ayudándote a terminar esas palabras de templo. Necesito esta siesta. Con todo el cuerpo. Acostada en esa cama chica sin lugar para ambas piernas. No dejarme engañar por esta mente que dice cosas inhóspitas. Dice muchas cosas esta mente -estoy escuchando a Edith Piaf cantando Je repars à zéro. La canción se repite una y otra vez como en la escena del suicidio de Inocencia Interrumpida. Me estás interrumpiendo. Si me acariciás como me hablaste anoche. Serena. Gata blanca. Dormime.
Con el cuerpo entre manos, entre el pecho, entre baldosas de una esquina, entre miradas, con los bolsos esperando en el escalón. Llevándome en cuerpo. Pariendo. Que me nacés. Que te vengas sanita.
Estoy agotada. Hablante sonámbula. Yo tampoco quiero preguntas. Callame. Quiero. Quiero. Quiero. Sí, sabelo que quiero.

martes, 17 de julio de 2007

canción


bajo la tierra hay una semilla
la primavera
le hace cosquillas

bombo bombero

bombo bombilla
la primavera le hace cosquillas


Vuelves. Venga. Tengo ganas de abrazarte tiradas en el piso con los brazos y las piernas abiertas, atraparte, como nenas, y que el abrazo sea apretado y que el beso sea cerrado y largo.
Hay una chica terrible que me golpea la cabeza hasta marearme. Yo solo quiero no pensar, solo sentir el cariño más simple.
Que te tomes una siestita. Que te dejes jugar. Relajate Bego.


jueves, 12 de julio de 2007

OCUPAS


Pasabas. Pausa. Y ahora te veo. Pausa. ¡Ay! vos y no hay voz. Venís a ocuparte de este espacio que ya perdió el diámetro y que está cada vez más húmedo. Y entro en dicotomías de pausa. Había entendido otra cosa. La era bipolar recrea a la perpetua segunda. No a la perpetua segunda. Acaba de cortarme el chat.
Paréntesis. Me ocupa el cuerpo. Me ocupa. Y no quiero llegar a una instancia de cierre como la anterior que creyó salvarme. Vos me salvás. Con el cuerpo omnipresente. Y sin palabras de amor. Con el cuerpo omnipresente. Como se lame la pata la gata de la alfombra, la gata negra que maulla lo justo y necesario. Y que está a un metro, serena. Distante.
No quiero final ni comienzo. Ya no le creo. Todo lo relativo es lo que al fin toco.

Begonia.

/avec mes souvenirs/


martes, 10 de julio de 2007

de un cuento que se hace


¿qué pueden hacer juntas una princesa y un hada?

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(Ahí va fragmentín, porque segun la chica cursi -sí, vos che- hace falta para que surgan las ideas. ¿Será así?)


De repente me parece entender algo que antes no entendía, pero no lo puedo explicar mejor. Es que no lo pienso, lo siento. Las cosas que tenés en la cabeza, más o menos las podés decir, pero las que tenés en las emociones, ¿cómo las vas a explicar? yo no puedo, ¿ustedes sí?, si pueden cuéntenme. A veces me quedo sin palabras aunque me muera de ganas de decir un montón de cosas.

-¿Puedo pasar?- me pregunta Delfina y hace una reverencia muy parecida a la que yo le hice antes a mi puerta.
-Encantada como si fueras un hada- me sale sin pensar y ella atraviesa la puerta. Yo le devuelvo el saludo con otra reverencia.
Nos quedamos paradas frente a frente. Nos sonreímos y por un rato no nos decimos nada. Entonces ella habla:
-Ahora soy un hada. Yo soy tu hada Delfina y vos sos mi princesa Azul.

Nos volvemos a quedar calladas, mirándonos a los ojos. -¿Y qué pueden hacer una princesa y un hada?- le pregunto. Delfina levanta los hombros, mueve la cabeza para los costados y pone cara de "no se".
Se escucha una canción. Esta sí tiene letra pero es en inglés. (...) El volumen sube y Delfina parece tener una idea. Se acerca un poco más a mí, pone mis manos en sus hombros y sus manos en los míos...

lunes, 9 de julio de 2007

Nieva


Hay un lenguaje que se va. Los intentos por llegarme a vos con la palabra son vanos, como saber tu nombre. Ahora lo se. Saberlo me deja vacía.
Estoy sentada en una mesa ratona. La pista nos divide. Ellas giran. Ellas las parejas, las que bailan. Cruzándose frente a los ojos. Un estado ideal. Entre el pelo semiatado de Manuela y el pecho de Sandra, te espio. Me estás mirando. También sentada pero en el brazo de un sillón de un cuerpo. Para estar más segura achico los ojos. Sí. Me mirás.
Hay voces en derredor, me susurran y yo tiemblo. "Es hermosa, dale otro sorbo al margarita". No. Me encuentro girando la vista hacia los lados como enjaulada. Nerviosa. Manoteo sus manos y ella se sostiene de mi espalda, de la parte más lejana, se cierra sobre mi pecho. Casi. La respiración acá. Tan acá. Es de Inglaterra creo. La llevo. Caigo en un sillón junto a Marisa. Otra. La acabo de conocer. Bailamos. Es de Argentina. De ojos claros, de pelo claro. Siguen las voces. "Es muy linda. Yo iría". Debe inferírseme el camino de los ojos cuando soy tan evidente. La mirada partiendo la pista en pedazos, incrustada en los cuerpos, en los recovecos. Fantasías animadas de ayer y de hoy. Me llevo a mí misma en olas por el aire sobre cada pareja. Las voces cómplices entran en pausa. Espectantes. Caigo antes del metro y medio. Debés entender Marisa mi estado de cierre entre paréntesis. Giñame un ojo si es un sí. Me alienta a avanzar. Retomo con el guiño de la amiga nueva.

Estás de espaldas. A sabiendas. Girás para mirarme por primera vez los ojos.
-(habla margarita)

-(respondés)
Hay un lenguaje que se atravieza y es tan dificil si no te toco. No tengo ni la voz cuando quiero posar entera ante quien sea. Yo y este cuerpo. Hay una cercanía en los ojos pero no. Esta música no te gusta. Es tango electrónico. Luego cuando cambien el cd. Quizá.
-Te espero- mis últimas palabras esta noche. Las únicas que le pude robar al lenguaje.
Despejan la pista. Todas. De a una, de a dos, de a tres se ponen el abrigo. Se van. Dispuestos los sillones en un rincón. Como una media luna. Quedamos cinco. Nosotras en los extremos. De costado. Refujiadas en la mujer más cercana. Ambas con el abrigo y no nos vamos. Dije esperarte. Dije. Pero todo está vacío.
A nuestros cuerpos de costado en el sillón no los escucha nadie. Ni nosotras. El lenguaje se va. Cierro los ojos deliberadamente y abrazo tu cuerpo desconocido. Me levanto. Camino hacia vos. Saludo a la mujer a tu lado y luego te saludo como al resto.
Hay una pausa larga, un nuevo paréntesis entre el espacio que se recorre caminando desde una punta del sillón hasta vos. Entre una hoja blanca y esta noche en que nieva en Buenos Aires. Hay una pausa. Hay eso.

Begonia.