miércoles, 18 de julio de 2007

la siesta


Una siesta a lo largo de tres paredes húmedas y una puerta. Una siesta. Toda la noche ayudándote a terminar esas palabras de templo. Necesito esta siesta. Con todo el cuerpo. Acostada en esa cama chica sin lugar para ambas piernas. No dejarme engañar por esta mente que dice cosas inhóspitas. Dice muchas cosas esta mente -estoy escuchando a Edith Piaf cantando Je repars à zéro. La canción se repite una y otra vez como en la escena del suicidio de Inocencia Interrumpida. Me estás interrumpiendo. Si me acariciás como me hablaste anoche. Serena. Gata blanca. Dormime.
Con el cuerpo entre manos, entre el pecho, entre baldosas de una esquina, entre miradas, con los bolsos esperando en el escalón. Llevándome en cuerpo. Pariendo. Que me nacés. Que te vengas sanita.
Estoy agotada. Hablante sonámbula. Yo tampoco quiero preguntas. Callame. Quiero. Quiero. Quiero. Sí, sabelo que quiero.

2 comentarios:

Cristina Cambareri dijo...

pasó y leyó la luna en los pinos......
pasó y tembló, pucha cómo escribe la nena....

beso

Begonia Loverraine. dijo...

Me sonrojo ante tu temblor.

Pasate siempre. Quiero verte.

Otro beso.