viernes, 27 de julio de 2007

el cuerpo marchito


que he de volver a escribir prosa
que he de volver a escribir sobre la prosa
que he de volver a escribirle el cuerpo a la prosa
que he de volver con mi cuerpo a la prosa
que he de comerle y devolverle el cuerpo a la prosa
que he de dejarme escribir el cuerpo con el cuerpo de la prosa
que por fin puedo tocar esta letra
que ya no distingo casi el límite de la voz y de la piel y de la letra y de la hoja
neque diría neque vomitada se distingue por el rulo que flota, se vomita mar, se vuelve orilla, ondula, y no encuentra su cara en el reflejo, es la cara de un cuerpo que flota muerto, que ahoga al mar, es el mar tragando cuerpos, ello es.
que he de volver a escribirte prosa siempre.

t q

viernes, 20 de julio de 2007

la siesta de la serpiente


Neque sentada en uno de los rincones de la escalera caracol de la Biblioteca Nacional, dice: Agarra la muñeca, pone en lugar de la cabeza un espejo y le invita un café, se escucha en las palabras, se roba besos por juramento/s/. Y descubre esto cursi -cursi vos che, chica cursi- que la verdad más frontal es mentira si se dice con tu voz.
El cuerpo tiene menos recovecos que tu horóscopo maya. Yo somatizo y no es poema. Ahora entendés mi letra. Me veo en este espejo. En cualquier espejo estoy sola, desnuda y con el sonido que salga. Quedamos en que la palabra puede ser inhóspita y la piel no. Me quedo dije. Y ambas bajamos la cabeza y nos miramos desde ahí a los ojos. Quedamos. Calladas. Sin ninguna verdad frente a la muñeca sin ojos arriba de tu mueble. Sin ninguna verdad en la cama chiquita. Sin ninguna verdad en el cuerpo. Sin este juego de antóminos de estar.
Quiero llevarte otra vez al amague y resolverte. Lento. Lento.
Sí, si, un espejo. Un espejo o dos.

Begonia.

P.D. Y diré 108 veces mi nombre, tu nombre, el de la mano que me frena porque pasa un tren, el de cualquiera que me desee feliz, y todo el resto ni para mí ni para nadie.

miércoles, 18 de julio de 2007

la siesta


Una siesta a lo largo de tres paredes húmedas y una puerta. Una siesta. Toda la noche ayudándote a terminar esas palabras de templo. Necesito esta siesta. Con todo el cuerpo. Acostada en esa cama chica sin lugar para ambas piernas. No dejarme engañar por esta mente que dice cosas inhóspitas. Dice muchas cosas esta mente -estoy escuchando a Edith Piaf cantando Je repars à zéro. La canción se repite una y otra vez como en la escena del suicidio de Inocencia Interrumpida. Me estás interrumpiendo. Si me acariciás como me hablaste anoche. Serena. Gata blanca. Dormime.
Con el cuerpo entre manos, entre el pecho, entre baldosas de una esquina, entre miradas, con los bolsos esperando en el escalón. Llevándome en cuerpo. Pariendo. Que me nacés. Que te vengas sanita.
Estoy agotada. Hablante sonámbula. Yo tampoco quiero preguntas. Callame. Quiero. Quiero. Quiero. Sí, sabelo que quiero.

martes, 17 de julio de 2007

canción


bajo la tierra hay una semilla
la primavera
le hace cosquillas

bombo bombero

bombo bombilla
la primavera le hace cosquillas


Vuelves. Venga. Tengo ganas de abrazarte tiradas en el piso con los brazos y las piernas abiertas, atraparte, como nenas, y que el abrazo sea apretado y que el beso sea cerrado y largo.
Hay una chica terrible que me golpea la cabeza hasta marearme. Yo solo quiero no pensar, solo sentir el cariño más simple.
Que te tomes una siestita. Que te dejes jugar. Relajate Bego.


jueves, 12 de julio de 2007

OCUPAS


Pasabas. Pausa. Y ahora te veo. Pausa. ¡Ay! vos y no hay voz. Venís a ocuparte de este espacio que ya perdió el diámetro y que está cada vez más húmedo. Y entro en dicotomías de pausa. Había entendido otra cosa. La era bipolar recrea a la perpetua segunda. No a la perpetua segunda. Acaba de cortarme el chat.
Paréntesis. Me ocupa el cuerpo. Me ocupa. Y no quiero llegar a una instancia de cierre como la anterior que creyó salvarme. Vos me salvás. Con el cuerpo omnipresente. Y sin palabras de amor. Con el cuerpo omnipresente. Como se lame la pata la gata de la alfombra, la gata negra que maulla lo justo y necesario. Y que está a un metro, serena. Distante.
No quiero final ni comienzo. Ya no le creo. Todo lo relativo es lo que al fin toco.

Begonia.

/avec mes souvenirs/


martes, 10 de julio de 2007

de un cuento que se hace


¿qué pueden hacer juntas una princesa y un hada?

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(Ahí va fragmentín, porque segun la chica cursi -sí, vos che- hace falta para que surgan las ideas. ¿Será así?)


De repente me parece entender algo que antes no entendía, pero no lo puedo explicar mejor. Es que no lo pienso, lo siento. Las cosas que tenés en la cabeza, más o menos las podés decir, pero las que tenés en las emociones, ¿cómo las vas a explicar? yo no puedo, ¿ustedes sí?, si pueden cuéntenme. A veces me quedo sin palabras aunque me muera de ganas de decir un montón de cosas.

-¿Puedo pasar?- me pregunta Delfina y hace una reverencia muy parecida a la que yo le hice antes a mi puerta.
-Encantada como si fueras un hada- me sale sin pensar y ella atraviesa la puerta. Yo le devuelvo el saludo con otra reverencia.
Nos quedamos paradas frente a frente. Nos sonreímos y por un rato no nos decimos nada. Entonces ella habla:
-Ahora soy un hada. Yo soy tu hada Delfina y vos sos mi princesa Azul.

Nos volvemos a quedar calladas, mirándonos a los ojos. -¿Y qué pueden hacer una princesa y un hada?- le pregunto. Delfina levanta los hombros, mueve la cabeza para los costados y pone cara de "no se".
Se escucha una canción. Esta sí tiene letra pero es en inglés. (...) El volumen sube y Delfina parece tener una idea. Se acerca un poco más a mí, pone mis manos en sus hombros y sus manos en los míos...

lunes, 9 de julio de 2007

Nieva


Hay un lenguaje que se va. Los intentos por llegarme a vos con la palabra son vanos, como saber tu nombre. Ahora lo se. Saberlo me deja vacía.
Estoy sentada en una mesa ratona. La pista nos divide. Ellas giran. Ellas las parejas, las que bailan. Cruzándose frente a los ojos. Un estado ideal. Entre el pelo semiatado de Manuela y el pecho de Sandra, te espio. Me estás mirando. También sentada pero en el brazo de un sillón de un cuerpo. Para estar más segura achico los ojos. Sí. Me mirás.
Hay voces en derredor, me susurran y yo tiemblo. "Es hermosa, dale otro sorbo al margarita". No. Me encuentro girando la vista hacia los lados como enjaulada. Nerviosa. Manoteo sus manos y ella se sostiene de mi espalda, de la parte más lejana, se cierra sobre mi pecho. Casi. La respiración acá. Tan acá. Es de Inglaterra creo. La llevo. Caigo en un sillón junto a Marisa. Otra. La acabo de conocer. Bailamos. Es de Argentina. De ojos claros, de pelo claro. Siguen las voces. "Es muy linda. Yo iría". Debe inferírseme el camino de los ojos cuando soy tan evidente. La mirada partiendo la pista en pedazos, incrustada en los cuerpos, en los recovecos. Fantasías animadas de ayer y de hoy. Me llevo a mí misma en olas por el aire sobre cada pareja. Las voces cómplices entran en pausa. Espectantes. Caigo antes del metro y medio. Debés entender Marisa mi estado de cierre entre paréntesis. Giñame un ojo si es un sí. Me alienta a avanzar. Retomo con el guiño de la amiga nueva.

Estás de espaldas. A sabiendas. Girás para mirarme por primera vez los ojos.
-(habla margarita)

-(respondés)
Hay un lenguaje que se atravieza y es tan dificil si no te toco. No tengo ni la voz cuando quiero posar entera ante quien sea. Yo y este cuerpo. Hay una cercanía en los ojos pero no. Esta música no te gusta. Es tango electrónico. Luego cuando cambien el cd. Quizá.
-Te espero- mis últimas palabras esta noche. Las únicas que le pude robar al lenguaje.
Despejan la pista. Todas. De a una, de a dos, de a tres se ponen el abrigo. Se van. Dispuestos los sillones en un rincón. Como una media luna. Quedamos cinco. Nosotras en los extremos. De costado. Refujiadas en la mujer más cercana. Ambas con el abrigo y no nos vamos. Dije esperarte. Dije. Pero todo está vacío.
A nuestros cuerpos de costado en el sillón no los escucha nadie. Ni nosotras. El lenguaje se va. Cierro los ojos deliberadamente y abrazo tu cuerpo desconocido. Me levanto. Camino hacia vos. Saludo a la mujer a tu lado y luego te saludo como al resto.
Hay una pausa larga, un nuevo paréntesis entre el espacio que se recorre caminando desde una punta del sillón hasta vos. Entre una hoja blanca y esta noche en que nieva en Buenos Aires. Hay una pausa. Hay eso.

Begonia.