viernes, 24 de agosto de 2007

Begonia lejos.

Uno

En el fondo yo odio la poesía. Es, para mí, una condena a la abstracción. Y además me recuerda esa condena. Y además me recuerda que no puedo «hincar el diente» en lo concreto. Si pudiera hacer orden en mis papeles algo se salvaría. Y en mis lecturas y en mis miserables escritos. Alejandra Pizarnik. 25 de julio de 1965.


Hace casi un mes que he partido. Hasta aquí. Hasta Paris. Bajo la basílica de Montmartre. Es un cuarto oscuro, con las parédes húmedas, algodonosas. Pienso en las paredes y levanto los hombros y los brazos se me pegan a los costados del cuerpo y tiemblo. Tiemblo como diciendo "no". El lugar en el que estoy tiene piso de baldosa verde, una biblioteca de madera roída por la humedad dónde acomodo mis libros y otros libros y los cuadernos. Frente a la cama, junto a la mesa, hay una ventana desde la cuál se ven las paredes blancas del Sacre Coeur de Montmartre. La acumulación de libros y papeles trae polvo y he de aquí que yo respiro perfecto (bueno casi) pero tengo a la defensiva los poros mismos de la piel. Por eso, para que no pique salgo mucho. Como a la mañana hace frío me abrigo. Tengo 7 bufandas distintas. Mi favorita es la azul tejida que me regaló papá en Buenos Aires. Cuando la uso el resfrío crónico es más llevadero. Igual trato de variar. Hoy salí temprano y me puse la bufanda gris escocesa.
Me parece básico, respetuoso y tierno contarles que: cuando ella se encontró sola, se encontró. Por eso yo vine a ver si me encuentro. El detonante fue la noche en que putié a mi sombra por taparme la luz mientras leía. Ahí dije: Basta. Y gasté todo lo que tenía para estar aquí.
Digamos que aprovecho las mañanas soleadas, las nubladas y las lluviosas para buscar entre las calles de Paris: El pasado, nomás por capricho.
Alguna muchacha fría e indiferente, porque Ceci que bailaba tango en Buenos Aires conmigo era así y me decía: Vos decidís si sos un flan o una persona. No caderiés.
Manchas, huellas, quizá sus pies, porque aun extraño no haberle escuchado jamás la voz.
Colores. Los de la tinta y la máquina de escribir.
Aromas y el desafío de comer crema en comidas saladas. Lentamente y que me guste. Y polenta. Y a veces nada.
A mí, como ya dije. Pero de qué estoy hecha cuando a nadie debo el perdon, la gracia, el respeto, la explicación, el gusto, la espectativa. Cuando no tengo que aclarar nada de mí en castellano. Acá no hablo. Estoy tan muda como Alejandra en mi oído.
SANGRÍA. Busco triángulos. Escalenos.
Mariage-Amour du mois de mai-La vie en rose. Por ejemplo.
Le petit monsieur triste-Le petit homme-Petita, mi perra. Otro ejemplo.
La calle F. Saint-Honoré-La General Paz-Valentin Vergara.
Ratatouille-Safijas-Oeufs Poché en tortilla.


Dos

La tríada.

Silvina-Flora Alejandra- Sylvia.

/Próximamente/


2 comentarios:

Cristina Cambareri dijo...

che, bego, bebi, nena, neneque, ¿deenserio que estás en parís?

me enloquezco de loca felicidad feliz.

necesito saber de dónde m... estás sacando todo ese material acerca de silvina, victoria y demás. LO NECESITO urgentísimo, urge, urge, urgentísimo.
gracias por toda tu sabiduría pizarnikiana.
besos
cr

Begonia Loverraine. dijo...

Ay Criccita Bella!!! De verdad que también moriría de felicidad. Juro que sí! Con todo mi corazón estoy en Paris, escuchando Milord y bailando como loca.
Yo sé que vos lo preguntás porque sabés que en cualquier momento desaparezco. Que tarde o temprano escapo. Bueno. Digamos que estoy. Acá estoy. Que es verdad que salí temprano con mi bufanda gris escocesa. Que escucho a un gorrion de Paris y bailo y sueño. Que busco triángulos en las calles, en los departamentos de las esquinas oscuras de Monserrat, en mi corazón embrollao. Acá toy. Tomate pronto ese tren y venite a verme. Mi no-amiga.