lunes, 6 de septiembre de 2010

Fingersmith -Ema y Susana-


Ellas se habían enamorado. Como cuando se tiene sed y en frente hay un lago de agua dulce. Hay un lago, en Briar, una mansión muy cerca de Westminster, en Londres.
Susana es una ladrona y Ema está loca.
Yo soy Susana, escribo para no tenerla a ella en el vacío. Odio los vacíos. A ella, la historia y la mujer.
Recuerdo estar a punto de besarla. Nuestros labios se tocaron por primera vez en su cama, bajo el tul, con el sonido de los maderos quemándose. Besé mucho a Ema, me acosté sobre ella, la toqué con mis manos mientras la besaba. Nunca pude haber amado tanto. La amé profundamente. Pero no se lo dije. Ni ella lo dijo.
Ema tenía ojos oscuros, unos ojos llenos de locura, como sus palabras, su pasado. Yo no merecía tanto, nunca aprendí a pedir. Tomaba lo que quería y huía, corría lejos. Lo robaba.
Esa noche nos pasaría a buscar un carruaje. En las horas previas pude haberle dicho que la amaba. Ema pudo haber dejado de temblar. Pudo decir algo más.

-Susana, mirame a los ojos.

La miré por fin. Pero ella no quizo ver mi cara húmeda, llena de terror. No quizo ir más allá de mi vestido y solo acarició la tela y dijo que estaba hermosa. El carruaje llegó.
Cuando cae una hoja, no dejan de caer. Cuando una fruta madura, cae o la arrancan.
Me bajé y ella no dijo nada. Su acompañante murmuró algo. El coche se puso en marcha. Ema sin piedad clavaba sus ojos de loca en mis ojos. De mujer amada y loca. Grité su nombre, grité más su nombre. Ella en silencio. Se fue.
Yo, la ladrona, Susana, la hija de la calle, de una pocilga como hogar, de la libertad, yo la ladrona, estaba sin nada, agarrada por los brazos de la nada, frente a un edificio donde sería cualquier mujer, una fingida. Pero una ratera como yo conoce los modos para salir del encierro, para ganar apuestas, para liberarse. Pasó menos de un año y volví a Briar, Ema estaba allí, no iba sino a terminar con toda identidad falsa, las de ambas.
La ví, y recordé sus ojos en el carruaje, su silencio, su cinismo, o quizá su amor. Y se revolvió mi estómago. Ema estaba en la biblioteca de la gran mansión, su herencia, en realidad ella vivía sin permiso. Sentada en su escritorio, no me vió llegar. Dí unos pasos y levantó la mirada. Ema dejó caer sus hojas.
Lo que allí supe es que ella estuvo enamorada. Tanto como yo. En todos esos papeles ella escribía sobre el deseo. Ema puede tener amores como lagunas ante la sed. No necesita estar enamorada, ella tiene y tendrá mil amores. Yo en cambio, he robado hasta poemas para esa mujer. Ella fue un poema robado en una vulgar noche de poesía. Pero no tengo un amor hasta no estar completamente perdida.
Supe en esa biblioteca que Ema jamás estuvo loca.



PDP Sarah Waters, haré llegar mi correspondencia a vuestra maja. Concededme a cambio sus dedos. Y sus guantes.

3 comentarios:

míself dijo...

Eh, muy bueno!

Anónimo dijo...

Bello, bello...

Begonia Loverraine. dijo...

gracias chicas, es una historia que me pega mal.

sí, super poético mi comentario :P

besos grandes a las dos.

me deseo y les deseo siempre mucha PASIÓN!